Desde siempre, todas
aquellas personas relacionadas con la producción de vino, aceite y productos de
la tierra en general, merecen mi más profunda admiración. Será por esto que
algunos de mis mejores amigos, los que me esperan en la plaza de Petra, las
mañanas de domingo, se dedican a estos menesteres. Lejos de parecerse a los
actores de las bucólicas películas que, cíclicamente, nos propone la industria cinematográfica
americana, tan envidiosa de nuestro estilo de vida mediterráneo, comparten con
ellos la dosis de heroicidad y tenacidad que se necesita para llevar a cabo tan
ardua tarea: poner sobre nuestras mesas el oro amarillo y el brebaje de los
dioses, como si cayeran del cielo, listos para nuestro consumo, cuidándose mucho
de no hacernos notar ni pesar las horas de trabajo que aquellos productos tan
naturales y, aparentemente sencillos, han supuesto. Y así cada domingo saboreo
un Llàgrimes blanques de Can Coleto,
un Muscat de Miquel Oliver o un oli d’oliva verge extra de Can Font,
poniendo en marcha, juntamente a los sentidos, una serie de emociones que llegan
a mezclarse con los sentimientos, desembocando, inevitablemente, en una
conexión perfecta con la tierra que habito, sus habitantes y los productos que
elaboran.
No conozco personalmente
a Gloria Plaza Medina, sino sólo a través de sus escritos y sus datos biográficos,
pero por sus palabras y por formar parte de la categoría que acabo de
citar, los que viven en simbiosis con el olor a tierra mojada, a hierba recién
segada, a los que miman una vid a la que le cuesta crecer, que vendimian
incansables y estudian los diferentes frutos, con sus distintos aromas, para
mezclarlos en una barricas olorosas a madera y aromas de otros tiempos, merece
mi admiración. Todo este faenar tiene como objetivo ofrecernos la botella
perfecta, la que abriremos el domingo al mediodía y, cuyo contenido verteremos en
los vasos y en la mesa, manchando nuestra alma y nuestra ropa de alegría y
euforia.
Viña
Ilusión, en La Rioja, es el lugar que ha elegido Gloria Plaza
Medina para regalarnos una nuevas experiencia para los sentidos. ¿Qué mejor
nombre para crear un producto que nos pueda llegar al corazón? Y es que Gloria
nos atrapa a través del gusto y el olfato con sus vinos y, utilizando sus
palabras impresas, llega directamente a nuestras almas. He leído su novela “9 meses y 7 días” y durante toda la
agradable lectura no he parado de hacerme la misma pregunta:
¿Cómo consigue esta
escritora contarme una experiencia que yo ya he vivido, y atraparme en todo
momento, sin dejarme posibilidad de escape?
¿Cómo se puede contar
una cosa tan cotidiana como un embarazo sin caer en la retorica? ¿Cómo abordar
un tema tan conocido por buena parte de la población mundial y mantener el
interés?
Aquí reside la
genialidad de la novela: aborda el argumento desde una perspectiva tan
diferente a lo que consideramos habitual, tan opuesta a lo que estamos
acostumbrados a oír en las conversaciones con nuestras amigas (donde el tema
del embarazo y el parto aparece y desaparece con una facilidad pasmosa, volviendo
con fuerzas renovadas en nuevas reuniones, como si nunca se hubiera abordado,
como si al contarlo fuera la primera vez que nos oímos pronunciar la misma
historia de siempre) y a la par tan identificable en un hecho conocido, que no
podemos dejar pasar la ocasión para saber más. Creo que precisamente en esto
reside el éxito de esta novela: el hecho de de que una historia que podemos
reconocer como algo natural, algo que en algún momento le ha pasado a una amiga,
a una vecina, a nosotras mismas, nos muestre una faceta distinta. Todo
acompañado por la prosa impecable de la autora.
También es increíble
cómo, página tras página, nos sentamos parte de un grupo y los amigos de Paula,
la protagonista, se conviertan en nuestros conocidos y con ellos nos vayamos a
cenar y de marcha, tomemos café o salgamos en Nochevieja. Por esto Rafa,
Clarita, Chari, Elena y Sergio, pasan a formar parte de nuestra cotidianeidad y
nos apetece acompañar a Paula o lo largo de su embarazo, atravesando con ella
todas las etapas emocionales y fisiológicas de la gestación, como si no estuviéramos
familiarizados con ellas, como si nunca hubiéramos oído hablar de un parto,
como si no conociéramos a nadie que haya tenido un hijo. En esto reside la
magia de la literatura de Gloria Plaza Medina, el poder convertir en único un
hecho cotidiano de la misma manera en que es capaz de obrar el milagro de
convertir un racimo de uva en un brebaje excepcional, todo con pasión y
dedicación, haciéndonos creer que todo es posible. ¿Cómo no admirar una persona
que sabe unir el arte de la viña con la literatura, y que sabe verter toda su
pasión tanto en una botella como en una página en blanco? Enhorabuena Gloria:
es para mí un autentico placer seguirte por los sinuosos caminos de tu región,
hechizada por tu andadura literaria y vinícola.
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