miércoles, 19 de agosto de 2015

UNA VENTANA ABIERTA AL ARTE


En este verano caluroso, el más cálido de los últimos treinta años según los expertos,  cargado de promesas incumplidas y expectativas que, demasiadas  veces, no se llegan a realizar, alguien se ha atrevido a abrir una ventana para que una ligera brisa ventilase el tedio y la monotonía en lo que, en ocasiones, se convierten mis adoradas, cálidas y sosegadas tardes de estío, tan anheladas durante el invierno. El simple gesto de abrir de par en par los cristales y las persianas y crear una ligera corriente de aire, el famoso “tiro” mallorquín, hizo que aquel “oratge” tan nuestro llegara, ayer, cargado de imágenes, música y palabras en una biblioteca de Alcudia, en el norte de la isla, esparciéndose por el casco antiguo, rebotando contra las paredes de dunas fósiles, gastadas por la intemperie y los años, y colándose en las almas de los transeúntes y los parroquianos sentados “a la fresca” en sus “balancins”, provocando que todo volviera a cobrar sentido. Artífice del milagro tan sencillo de refrescar con un simple gesto cotidiano que todos parecíamos haber olvidado, nuestro sentidos adormilados por la rutina y la canícula, ha sido la pintora Malen Company que, con sus pinceles cargados de magia y sentimientos, despierta emociones intensas en todo observador interesado a pasearse delante de su obra, donde palabras, fotografía y pintura se mezclan para formar unas piezas que parecen reunir todas las formas artísticas en una amalgama perfecta. Es así como el que yo denomino su “autorretrato emocional”, mi favorito, nos enseña la autora en todas sus expresiones faciales a la par que emocionales, como si de una secuencia fotográfica se tratara, en la que el fotógrafo hubiese dejado el objetivo abierto para captar el movimiento y los cambios de humor de la artista. Pero la exposición nos depara más sorpresas y los retratos se mezclan con las flores, las frases no pronunciadas y la música que lo invade todo. Porque durante la presentación del martes por la noche, los que tuvimos la suerte de asistir, pudimos presenciar la continuidad del sentimiento artístico en las nuevas generaciones, que nos emocionaron haciéndonos comprender que  la creatividad está a salvo mientras existan jóvenes que no renuncien a plasmar sus inquietudes sobre lienzo, papel o partitura. Y así fue como Xisca Morey acompañada por dos jóvenes músicos (los tres forman el grupo “L’Espill”), recitó delante de nosotros el relato “Petita Laia”, dejándonos clavados al suelo, imposibilitados para realizar cualquier movimiento, conteniendo al tiempo el aliento y las lagrimas. Necesitamos unos minutos para recuperarnos y todos disimulamos la emoción como pudimos, entre pañuelos de papel y vasos de vino. Tres motivos provocaron mi emoción: la historia extremadamente conmovedora, los cuadros de Malen que lo envolvían todo, enmarcando aquella noche mágica y el reconocerme a mí misma, con la misma edad de los protagonistas de la velada, sentada en corro, protegida por mi guitarra, mientras los acordes, las notas, las canciones y las palabras pronunciadas por y para mis amigos se esparcían en un mundo ya lejano. Me quedo con dos frases, las dos que inspiran esperanza para un arte tan pisoteado y ninguneado. La primera es de mi amiga Marga, la madre de la artista: “Tenemos suerte, existe una dimensión paralela de jóvenes artistas que no sabemos que existen pero que están allí”. La otra es de Joan, mi marido: “Hasta que existan jóvenes como estos, el mundo de creatividad artística que ha vivido nuestra generación quedará a salvo, para siempre: esta noche me han dado la posibilidad de volver a tener veinte años y revivir las mismas emociones y esto no tiene precio”.

Como en mi vida la banda sonora tiene una importancia trascendental, me gustaría poner música de fondo para este escrito y para la experiencia en general. No pudiendo tener las canciones originales que amenizaron la noche me gustaría que pensarais en “Kathy’s song” de Simon and Garfunkel, porque mientras escuchaba a Xisca recitar y sus compañeros tocar, unas palabras que hablaban de gotas de lluvia deslizándose por un cristal me llevaron automáticamente a la otra canción, donde Art cantaba a su amada que residía en Inglaterra, al otro lado del Atlántico, mientras observaba como las gotas de lluvia resbalaban y morían en las ventanas.